domingo, 8 de agosto de 2010

Quinto Buscapié

08 Agosto 2010
Exilio

El exilio autoimpuesto conlleva una batalla constante entre el placer de lo adquirido (aunque sea imaginario) y la añoranza de lo que se abandonó (aunque se recuerde mejor de lo que era). El emigrante suele dejar su tierra en busca de mejores oportunidades, pero usualmente lo hace lanzándose de cabeza a un lugar inhóspito y extraño que, en el caso del puertorriqueño, usualmente lo fuerza a un proceso de transculturización que no se puede contrarrestar ondeando banderas, bailando salsa o tatuándose un coquí taíno.

Esa es la historia de miles de puertorriqueños que abandonan la isla aferrados al hediondo cadáver de lo que una vez fue el sueño americano. No obstante, la falta absoluta de calles bañadas en oro, el discrimen racial y la merma en oportunidades económicas, el exiliado boricua enfrenta siempre un hecho doloroso en Estados Unidos: su ostracismo vale la pena porque su país no le ofrece lo que necesita.

Si sumamos el deplorable estado de la educación pública, la falta de programas graduados en las universidades locales, el lastimero panorama político, el triste estatus de la economía local, el penoso espectáculo de los servicios médicos, el alto costo de vida y la rampante criminalidad (¡Puerto Rico lo hace mejor!), podremos apreciar que la expatriación se da por motivos tanto políticos como culturales. Cuando un país no funciona, la guagua aérea es mecanismo de escape. ¿Quién los culpa?

Escritores, pintores, actores, ingenieros, maestros y doctores, por mencionar algunos, se van de Puerto Rico y labran su futuro en otra tierra ¿Y qué le ofrecemos al exiliado para que vuelva? Está claro que es mejor morcilla que hamburger, maví que refresco de lata y sol playero que nieve, pero ninguna de esas cosas ayuda a criar hijos, aumenta los sueldos u ofrece doctorados.

Tenemos que trabajar por un país en donde importe más la literatura que Facebook, donde los políticos posean un cerebro, donde las universidades ofrezcan programas competitivos y donde los niños puedan jugar en la calle. Mientras tanto, la guagua aérea sigue saliendo de aquí llena de talento.

•El autor es estudiante doctoral.


http://www.elnuevodia.com/columna-exilio-755141.html

1 comentario:

David dijo...

Obviamente si tuviéramos una economía de verdad y no el aguaje de mantego que existe y si además la cultura importara, sería porque un pueblo adulto no elegiría a los chupópteros con traje que forman parte del gobierno. Un gobierno de partido único como en China, que engaña a incautos con banderitas de colores y les hace pensar que el circo electoral equivale a democracia.