sábado, 23 de abril de 2011

No soy rudo; es que no tengo tiempo

La semana pasada tuve un par de conversaciones en las que solapadamente me culparon de ser demasiado rudo, duro y directo. Lejos de hacer apología alguna, me sentí un poco tentado a explicarle a quienes me interpelaban la naturaleza de mi carácter para que nunca más se me tildara de tosco. No obstante, ante la probabilidad de que mi soliloquio sólo resultara en un gasto infructífero de saliva y tiempo, opté por el silencio.
Ahora, tranquilo y en casa, me parece el momento perfecto para explicarle a los pocos que me leen de dónde nace eso que muchos malinterpretan como brusquedad u odio a la humanidad.
Mi participación en el diario vivir se ve plagada de preguntas tan pesadas como las pirámides y tan insistentes como la marea. La falta de respuestas me hace sentir ignorante y tengo un deseo irreductible de aprender, de saber, de entender, de leer, de observar, de crear. Todo eso toma tiempo. En casa tengo muchos libros que quiero leer y, por desgracia, mi habilidad para conseguir más tomos supera por mucho la velocidad con las que los puedo leer. Tengo que escribir a diario para exorcizar mis demonios. Encima de eso, hay una serie de lugares que quiero visitar, tengo dos trabajos que me mantienen ocupado y hay una lista de películas que tengo ganas de ver. En las horas de ocio que me quedan, intento terminar un doctorado, escucho toda la música que puedo, toco la guitarra y, en pos de no estrangular a la sarta de imbéciles que me encuentro a diario, tengo que pasar una hora y media en el gimnasio para sentirme en calma con el universo. Como pueden ver, tiempo es algo que no me sobra. ¿Qué significa todo esto? Muy fácil: no tengo tiempo para nimiedades, no me gusta que me hagan perder el tiempo en tonterías, me enputa la inopia impune, me revienta la exaltación de las pequeñeces y me provoca instintos asesinos que se metan con mi preciado tiempo simple y llanamente porque no tienen otra cosa que hacer.
Lo antes expuesto va aunado a una cierta antipatía mal llevada que siento por algunas cosas que no entiendo y que resulta en eso que algunos interpretan como aspereza o falta de amor por la vida. Por ejemplo, me molesta mucho la pasión desmedida por la política, la enardecida participación pasiva o de sofá en multimillonarios espectáculos deportivos, la literatura "light," las opiniones no fundamentadas, las discusiones banales, la intolerancia (ante la cual soy, irónicamente, sumamente intolerante), las leyes tontas, el abuso contra los más débiles, el hecho de que de un lado están los cebados y del otro los muertos de hambre y una larga lista de etcéteras. Con todo eso en mente, no me queda tiempo para celebridades, leer tu cuenta de Twitter, prestar atención al cuento de lo bien que la pasaste de compras el fin de semana, ver series en televisión, escuchar tu dictamen sobre alguna gilipollada Hollywoodense, prestar atención a la última vuelta de rosca del "fashion" o escuchar mientras pontificas sobre las fallas musicales del último disco de Lady Gaga.
En resumidas cuentas, si trato "mal" a mucha gente es porque no me interesa en lo absoluto lo que hacen o lo que me tienen que decir. Con ello no estoy implicando que yo sea mejor o más listo; sólo soy diferente. A mi no me interesan sus vidas y espero que a ellos no les interese la mía (que para eso es mía).
Espero que con esa elucidación sea suficiente. Si aún insisten en tildarme de grosero, que así sea...siempre que lo hagan sin interrumpirme.

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